sábado, 23 de enero de 2010

El Rubí Nazarí de la Corona Británica.


Quien esto escribe casi se ha sentido, buscando información, trasportado al Medievo europeo que recrea la saga “Los Pilares de la Tierra” de Ken Follet. Y ciertamente lo que cuenta ese best seller no dista mucho de historias como la de la curiosa joya que hoy nos ocupa. Como podemos ver se trata de la Corona Británica, ¿pero guarda relación con Granada? Pues sí, la guarda.

Más de un siglo después de que Alhamar fundara el Reino Nazarí, subía al trono en 1354 Muhammad V a quien debemos la construcción de Palacio de los Leones. Poco duraría su mandato, ya que sería depuesto por su hermanastro Ismá’il II en 1359. Salvaría la vida Muhammad huyendo disfrazado de esclava, primero hasta Guadix y posteriormente refugiándose en el Norte de África. Más breve aun sería el reinado del usurpador Ismail, tan solo un año después, en junio de 1360, era asesinado y sustituido por su cuñado Mohammed Abú Said con el nombre de Muhammad VI, aunque los castellanos lo conocieron como “el Bermejo”. Regresó entonces Muhammad V de África con la intención de recuperar el trono granadino, para lo que se alió con el rey castellano Pedro I “el cruel”. Apresado el Bermejo por el monarca castellano, sería ejecutado en Tablada, cerca de Sevilla, en 1362 restituyendo en el trono nazarí a Muhammad V. Este su segundo periodo de reinado sería extraordinariamente largo, casi treinta años, y fructífero en cuanto a las pacíficas relaciones con los reinos castellanos y africanos y el florecimiento de las artes. Pero volvamos al momento de la muerte del Bermejo, se dice en las crónicas que “antes de ejecutarlo fue catado por si tenía algunas joyas consigo y hallaron tres piedras muy nobles y muy grandes, tan grande cada una como un huevo de paloma y otras joyas, y todas fueron para el rey Don Pedro”. Una de esas joyas de los monarcas nazaríes que pasaron por medios tan poco ortodoxos a manos castellanas era este “falso” rubí de considerable tamaño. Decimos falso pues en verdad se trata de una espinela, piedra semipreciosa cuyos ejemplares de tonalidades rojas son fácilmente confundibles a simple vista con los rubíes. Aun así su valor es considerable, siendo muy apreciados en la Edad Media. El que nos ocupa es una gema de 170 quilates no cortada sino pulida según las técnicas medievales.

Aun queda por saber cómo llego esta joya nazarí hasta la corona británica. Para ello hay que avanzar en el tiempo unos pocos años hasta abril de 1367, situándonos en la villa riojana de Nájera. Si hemos visto que las luchas de poder en el reino granadino eran más la regla que la excepción, no sería distinto en los dominios cristianos. Pedro I también debió disputarse el trono con su hermanastro Enrique el Trastámara, estando marcado su reinado por continuas guerras. En 1366 la mayor parte del reino se encontraba bajo el dominio de Enrique por lo que Pedro huye a Bayona donde se alía con Eduardo de Woodstock, Príncipe de Gales conocido como el “Príncipe Negro”, uno de los más hábiles estrategas militares de su tiempo. Con 24.000 hombres al mando del príncipe inglés, Pedro I recuperó el trono en la Batalla de Nájera en la que Enrique y sus aliados franceses serían derrotados. El rey había prometido grandes recompensas al príncipe en caso de victoria, promesas que finalmente no se cumplieron con la excepción de cierta cantidad de joyas, entre ellas la que nos ocupa, que en el mismo campo de batalla le entregó movido por la excitación. Finalmente el ejercito ingles hubo de retirarse sin otro premio que el que desde entonces se conoce como “el rubí del Príncipe Negro”.


Batalla de Nájera,
Manuscrito de las Crónicas de Jean Froissart, siglo XV

Se dice que estimó Eduardo grandemente este regalo al punto de hacerlo engarzar en su corona de príncipe. Sus sucesores mantuvieron en su poder la joya, llegando a lucirla algunos soberanos en sus cascos de guerra. Este fue el caso del rey Ricardo III, muerto en la batalla de Bosworth en 1485, su corona fue recuperada de unos matorrales y puesta sobre las sienes del primer Tudor, Enrique VII. Llegaría a ser subastado con el resto de joyas de la corona en 1649, su precio la nada estratosférica cifra de 4 libras. Comprada por partidarios monárquicos se le devolvió posteriormente al rey Carlos II para su coronación. Será en 1838 cuando se confeccione la actual Corona Imperial Británica para la Reina Victoria. La pieza de casi un kilo de peso cuenta con 2.783 diamantes, 277 perlas, 4 esmeraldas, 17 zafiros y 5 rubíes. Entre ellos el rubí del Príncipe Negro engarzado en una cruz de las denominadas “patée” en el frontal de la presea. Si el lector tiene la oportunidad de visitar la Torre de Londres donde se guardan las joyas de la corona británica, no olvide fijarse en esta piedra que, haciendo caso a las crónicas, perdiera junto con la vida aquel infortunado rey de Granada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo!!!!!.... un excelente texto que sumerge al lector en aquella fantástica época de guerras, sucesiones, traiciones y páctos.

Creo recordar que antes de que el rubí fuera entregado a Eduardo de Wooodstock (el principe negro), estaba engarzado en el cáliz de algún monaterio de la zona.

Jack Builder dijo...

Sí, hay diferentes versiones sobre la procedencia del rubí, hay quien dice que estaba en un convento en Nájera sin dar más datos. Nosotros, por la temática del blog, hemos reseñado las que hablan de su origen nazarí. Su historia es más leyenda que otra cosa, desde luego digna del argumento de un libro.