lunes, 30 de noviembre de 2009

Crónicas Moriscas (II). Sierra Nevada y las Alpujarras



“Él había observado hacia el lado de levante una alta cadena de montañas elevándose hacia el firmamento y coronada de brillantes copos: eran las llamadas montañas del Sol y del Aire, y las nieves perpetuas de sus cimas daban nacimiento a los ríos que fertilizan sus llanuras: en sus senos o cuencas, aprisionados entre riscos y precipicios había muchos pequeños valles de gran belleza y abundancia”.


Así describe Washington Irving la comarca de la Alpujarra y Sierra Nevada en su libro “Crónicas Moriscas” continuando el capítulo de la conquista de Granada por parte de los ejércitos de la media luna que vimos en la entrada anterior. Rendida la capital, este fue el siguiente objetivo del conquistador Tarik que no consideraba su victoria completa sin antes haber “sometido aquellas altivas montañas” por lo que marchó con su ejército hacia allí.

Sigue narrando W.I. como avanzó Tarik sin oposición alguna hasta alcanzar un desfiladero que llama “Barranco de Tocos” y asocia al puente del actual rio Tablate. Fue en este angosto paso donde los musulmanes cayeron en una emboscada, aprovechando los defensores la escarpada orografía del terreno para cogerlos por sorpresa, teniendo que retirarse. No escatima palabras nuestro narrador para describir la rabia que el gran conquistador de ciudades sintió al verse sobrepasado por simples campesinos y montañeses. Pero su objetivo llegaría finalmente a cumplirse por medio de la traición de uno de aquellos pobladores que vendió su tierra a cambio de la protección de los conquistadores. Para él, aquí se ve bien el uso del personaje de fray Antonio Agápida, no se escatiman adjetivos despectivos como miserable o traidor. Guiados por este y a las ordenes de un capitán llamado Ibrahim Albujarra, envió Tarik parte de su ejército hasta el puerto de Adra desde donde penetraron en aquellas tierras asolándolo todo a su paso.

Termina W.I. el relato de esta conquista con la capitulación de los valerosos habitantes de la serranía por parte de su obispo Centerio, el cual consigue que se respeten a los vencidos posesiones y religión a cambio de un tributo. La región queda a partir de entonces al mando de aquel capitán conocido como Albujarra. Para Irving este personaje es quien da el nombre de Alpujarra a la comarca, si bien esta afirmación no es sino una de las muchas hipótesis sobre su origen. Otros posibles significados que se manejan son “la tierra de pastos”, “la fortificada” o “la rencillosa”, que personalmente creemos más apropiados. No obstante afirma que algunos de los pobladores siguieron resistiendo por largo tiempo el someterse escondiéndose en los valles situados entre las cimas de las montañas. A medio camino entre la verdad y la leyenda nos ha dejado Washington Irving estos relatos de cómo las tierras granadinas pasaron a manos del Islam, terminando con una frase que la historia misma de la comarca, ejemplo de ello es la época morisca, ha cargado de razón: “la sierra de las Alpujarras ha sido siempre una de las regiones de Andalucía más difíciles de dominar”.

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