sábado, 31 de octubre de 2009

Cristóbal Colón visto por Irving

Resulta curioso que sea la figura del descubridor de América, la razón para que un americano como Washington Irving (En adelante W.I.) “descubriera” España. En 1825 pasaba el autor por un bache económico y literario por la mala aceptación el año anterior de una obra de temática alemana, es en esta época cuando comienza a estudiar español con el propósito de leer a los clásicos del Siglo de Oro. Parece sonreírle la fortuna cuando Alexander H. Everett, embajador estadounidense en Madrid, piensa en él para llevar a cabo la traducción al inglés de una obra reciente del historiador español Martín Fernández Navarrete titulada “Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde el siglo XV”, compendio de documentos recopilados por este. Acepta W.I. el encargo sin saber claramente cuál será su cometido y viaja desde Burdeos a Madrid en 1826 como agregado de la embajada, pero pronto se dará cuenta de la imposibilidad de transcribir literalmente los documentos históricos y concibe la idea de investigar el mismo y realizar un texto asequible al gran público.

Año y medio dedicará en exclusiva a la ardua labor de redactar un libro al que una vez pasado a limpio no se resiste a hacer numerosas anotaciones, llega a decir que “jamás tuve idea del lio en el que me metía cuando lo empecé”. Será en este tiempo cuando surja la idea de una nueva obra dedicada a la conquista de Granada lo que le llevará poco después a conocer el sur peninsular. Fiel a sus principios, W.I. no atosiga al lector con enumeraciones de datos sino que trata de narrar la vida del marino desde su misterioso origen de forma distendida. Se sirve para ello de testimonios como los de Bartolomé de las Casas o Hernando, hijo de Colón, de los cuales obtiene por ejemplo la siguiente descripción física del Almirante: “era alto, bien formado, musculoso…Tenía el rostro largo y ni lleno ni enjuto; era blanco, pecoso y algo colorado; la nariz aguileña; altos los huesos de las mejillas; los ojos grises claros…el conjunto del semblante lleno de autoridad. Los cabellos rubios en su juventud…. se le habían encanecido muy pronto y a los treinta años ya estaban del todo blancos”.
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Esta vida novelada de Colón es pues un trabajo minucioso y detallista al describir sus orígenes, sus estudios, su vida pública, sus viajes y descubrimientos, su vertiginoso ascenso y caída. Pero también aspectos íntimos de su familia, sus creencias y su personalidad. Es interesante una de las anotaciones finales del libro con respecto al carácter de Colón. Aquí el autor lo define como ingenioso e inventivo, de ambición elevada, “deseaba las dignidades y opulencia al igual que la fama, pero todas ellas debían salir de los territorios que conquistara”, justa condición para alcanzar la gloria. Quizás se ve un excesivo ensalzamiento de las virtudes sobre los defectos. De su relación con Granada, escribe W.I. que esta fue la causa que mas retrasó el acuerdo con la Corte española. A ella se presentó y propuso su viaje en 1486, pero entonces todos los esfuerzos iban encaminados a la guerra y hubo de esperar hasta la conquista del último reino musulmán de la península, de la que fue testigo de excepción. Será en Granada también donde se celebren las capitulaciones, el 17 de abril de 1492 se firmaban en el Real de Santa Fe los acuerdos por los que Castilla, que no Aragón, concedía a Colón el título de Almirante y Virrey de las tierras descubiertas, la décima parte de los beneficios y jurisprudencia en todo litigio en el tráfico de mercancías, a cambio Él se haría cargo de una octava parte de los gastos de la preparación del viaje. Trato favorable para el marino pero en el que arriesgaba vida y fortuna en caso de fracaso. Interesante biografía decimonónica que cuenta con una segunda parte dedicada a los otros descubridores coetáneos de Cristóbal Colón.

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